- Se cree que vivienda perteneció a reina mesopotámica Helena de Adiabene
- Palacio tendría 2.000 años y está fuera del casco antiguo de la ciudad
Jerusalén. AP. Debajo de un estacionamiento, arqueólogos israelíes descubrieron restos de una mansión de 2.000 años de antigüedad que, probablemente, perteneció a la reina mesopotámica Helena de Adiabene.
Así lo reveló ayer el arqueólogo Doron Ben-Ami, de la Autoridad de Antigüedades de Israel.
Los restos fueron hallados en el este de Jerusalén, fuera de la muralla del casco antiguo de la ciudad. Los expertos se encontraban trabajando allí en un asentamiento que hallaron hace poco debajo del asfalto de este lugar.Leyenda. Pese a desempeñar un papel menor en el pasado, la reina Helena de Adiabene es considerada una figura excepcional en la historia de la ciudad porque llegó a Jerusalén en el siglo I y se convirtió al judaísmo con toda su familia.
El lugar de la excavación es en el barrio árabe de Silwan, construido sobre una pendiente que alberga los restos del asentamiento más antiguo de la ciudad de Jerusalén.
La zona es conocida como la Ciudad de David, que hace 2.000 años era un sector reservado para los más pobres.
De acuerdo con el historiador romano Flavio Josefo, contemporáneo de esa época, la única familia adinerada que habitaba ese lugar era la de la reina Helena.
El edificio, que incluye alcobas, despensas y baños, es la estructura más amplia y elaborada que hayan descubierto los arqueólogos allí.
En la Mishná, versión escrita de la tradición oral del judaísmo, se describe a Helena como una mujer de gran generosidad con los pobres de Jerusalén que contribuyó a la construcción del Segundo Templo, el centro de la fe judía.
Por el momento, los arqueólogos no se aventuran a poner nombre a los posibles propietarios de la residencia, 'no hasta que no aparezca por lo menos una inscripción' que así lo atestigüe, según Ben Amí.'Pero sabemos por el historiador (judío) Flavio Josefo que el edificio fue probablemente construido por la familia real de los Adiab', explica.
Se trata de la familia que gobernaba el reino mesopotámico de Adiabene, con capital en Arbela (actual Irbil, Irak) y que en el siglo I se convirtió al judaísmo por influencia de dos comerciantes hebreos, según distintas fuentes.
'Helena la Reina residió aquí durante un tiempo e insistió en vivir cerca del Templo', matiza el arqueólogo.
Según las fuentes históricas, Helena se construyó en Jerusalén un palacio para ella y otros para sus hijos Izates bar Monobaz y Monobaz II, 'en la parte norte de la ciudad de David, al sur del Monte del Templo', donde ha sido descubierto el monumental edificio.
El Talmud, compilación de leyes e interpretaciones de la ley ortodoxa judía, menciona que Helena y sus hijos donaron grandes sumas de dinero a la Jerusalén de la época, tanto al Templo como a la población.
Entre las piedras y muros de la residencia, la Autoridad de Antigüedades ha encontrado restos de frescos policromados, techos abovedados, instalaciones de agua y monedas antiguas.
Hay incluso una pequeña compuerta en el piso inferior por el que sus ocupantes probablemente trataron de escapar durante la ofensiva romana para sofocar la Gran Revuelta (66-73).
El hallazgo, a unos 15 ó 20 metros de profundidad, estaba cubierto de estratos pertenecientes a las épocas romana, bizantina y de la primera etapa del Islam (siglos I al VIII).
Debajo se han hallado restos del período helenístico (332-167 a.C) e incluso algunos de la época del Primer Templo judío (1025-586 a.C.).
Ben Amí se mostró muy cauto sobre estos últimos estratos y afirmó que sólo en el futuro, cuando se completen las excavaciones, se podrá saber lo que realmente esconde este yacimiento y si, realmente, la monumental residencia perteneció a la reina de Adiabene.